Solamente pensar en “competencia”, genera estados emocionales que influyen en el rendimiento y transforman las cualidades del jugador, quien debe manifestar el máximo de sus posibilidades.
La activación del organismo es producto de la emoción, y el aprovechamiento de este grado de activación se manifiesta por medio de estados de entusiasmo, deseos de combatir y creatividad en el juego.
Los estados emocionales tienen un carácter anticipatorio y permiten a la psiquis dar una respuesta previa a las condiciones de la competencia. De acuerdo a nuestra confianza de juego, lograremos una actividad combativa con gran entusiasmo y deseos de competir y rivalizar
Asi mismo podemos encontrar fases negativas como la fiebre del prearranque caracterizada por una aceleración de los procesos psicológicos del deportista- estado emocional marcado. Los jugadores salen sumamente acelerados a la cancha, lo que les impide pensar en la jugada. Los movimientos son torpes y rápidos.
La valoración de los estados emocionales de prearranque, se ve por el comportamiento, sus actividades, su mímica, tono de voz, hiperexpresividad, y sobre todo la mirada focalizando el objetivo, permitiendo estar atentos a lo que se debe hacer.
Bajo alguna circunstancia puede surgir un estado de apatía en un corto periodo de tiempo, Ej. En la espera, cancha demorada, juego desmotivado. Se reacciona con bostezos, movimientos pausados, disminución de la motilidad, de la actividad y falta de atención. La apatía puede surgir como una reacción protectora cuando se agotan los recursos. Esto es típico de sujetos inseguros y desmotivados.
En las competencias tenemos un objetivo y un nivel de preparación. Por eso se debe confiar en lo que se ha entrenado.
Un buen nivel de entrenamiento deportivo acompañado de preparación psicológica predispone al deportista a la meta aceptando objetivos elevados.
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